Flor Eterna (Micro Guión)

«Flor Eterna«

EXT. LÁPIDA – DÍA

Se ve un hombre en un cementerio, con ropajes sucios y con mal aspecto facial.

Se ven varias botellas de cerveza tiradas por el suelo, y otra aún en su mano, apunto de caerse junto a las demás.

A los pocos segundos se cae la cerveza, y se rompe contra otra que ya estaba tirada.

El hombre se despierta de golpe, desorientado.

Se sacude un poco de nieve de encima, de forma torpe. Se le nota mareado.

Intenta levantarse, pero no se levanta ni medio metro de la lápida antes de caer de culo sobre ella.

Lo intenta otra vez. No se cae, pero se tambalea hasta que se pone en pie.

Mira las botellas de cerveza, luego el nicho sobre el que estaba dormido. Luego se fija en el nombre que hay escrito en la lápida.

HENRY

(Con voz un poco ebria)

Stacy Bouviere…el tallo que empezó a crecer en mi asquerosidad y se hizo flor entre palizas, gritos, y desprecio. Esa flor que marchitaba día y noche, año tras año; pero nunca se rompía. Esa flor que acababa siempre disimulando un poco mi miseria, mi maldita miseria. Desde luego yo, no te merecía.

Henry saca una foto de dentro de su abrigo. Mira la foto unos segundos con cara melancólica, como decepcionado consigo mismo.

Se le salta una lágrima.

HENRY

Stacy Bouviere…que siempre intentaste defenderte de mis desvaríos, de los golpes; y nunca dijiste nada a nadie.

Quería un hijo de ti, pero no podías permitírtelo sin perecer en el intento. Tu frágil cuerpo…tu frágil cuerpo…me privó de mi buen criterio. Me enajenó la sangre. Y me volví cada vez más y más salvaje.

Henry abraza la foto contra su pecho, y cabizbajo, cierra los ojos. Triste.

HENRY

Pero al día siguiente te levantabas de la cama, con las lágrimas secas, y los moratones cubiertos bajo la ropa que yo robaba a las prostitutas que me complacían fríamente. Con un plato de comida para mi gorda panza me apaciguabas. Con un vaso de vino ibas alargando lo que a lo largo del día se convertiría en inevitable.

Stacy Bouviere…sepultada sobre un manto de tierra que ahora oculta tu sonrisa al pueblo, tu bondad, y tu compasión.

Esa compasión que me faltó hace tres días…y que ahora me siento como si te tuviera aprisionada, y marcada en esa piedra barata llamada lápida.

¡Ay, Stacy! No merezco tu perdón, pero lo imploro.

Henry cae sobre sus rodillas, sollozando. Queda así unos segundos mientras se va quedando en silencio.

Mira otra vez la foto, y la coloca al pie de la lápida, para que quede en pie.

Sus brazos caen sobre sus costados a plomo al dejar la foto.

HENRY

Nunca pude con tu voluntad. Nunca nadie doblegó tu personalidad. Siempre conseguiste recuperarte. Por eso, envidioso, ocultando todo bajo un embarazo del que sabía jamás despertarías…te violé.

Hoy empieza mi agonía. No pasará más alcóhol por mis venas. Y digo en voz al alza, eres tan fuerte que… hasta en tu tumba crecen flores.